Una vez que empiezas a estudiar y averiguar los limites de las teorías que te enseñan en la universidad, en los talleres, en los cursos obligatorios de la carrera de psicólogo, llegas a un punto en el que empiezas a buscar una alternativa mas allá de las modas del momento o de la la locación geográfica donde estás estudiando (porque esto influye mucho) para completar tu preparación.
Esta alternativa la he encontrada en la psicología transpersonal.
Esta teoría considera la persona a través de todas las teorías clásicas, añadiendo una dimensión que por el fanatismo científico de las ultimas décadas había sido relegada a la superstición. Estoy hablando de la parte espiritual del ser humano.
Está muy claro que cuando se habla de espiritualidad, no me refiero a la religión, que es el lado “institucionalizado” de la espiritualidad. Al contrario estamos hablando del sentimiento de curiosidad hacia el “mas allá” que empuja el ser humano a superar sus limites, sus “funciones”, para alcanzar nuevos equilibrios y evolucionar.
Para llegar a este punto, psicólogos, psicoterapeutas, médicos como Stanislav Grof (el fundador de la psicología transpersonal), Daniel Goleman (el creador de la inteligencia emocional estudiada también en psicología tradicional) o Abraham Maslow (el creador de la famosa pirámide de las necesidades), han simplemente notado que como todo en el universo tiene patrones que se repiten y a lo mejor el ser humano no es solo parte de un sistema social, pero también de un organismo más grande y que es más que la simple suma de sus partes.
Si existimos no solamente como seres físicos individuales y responsables solo de nosotros mismos, y al contrario somos parte de un organismo más grande, conceptos como la culpa, el poder personal, el respecto de los otros, se transforman y tomas significados diferentes.
Yo so yo, pero al mismo tiempo soy tu, y todos somos todos. No estamos hablando de aplastar las diferencias individuales, al contrario, la idea sería la de reconocer nuestro rol único en en este universo y al mismo tiempo ver como nuestra presencia influye en el total de la experiencia humana. La culpabilidad, el concepto moral sobre la que se basan la mayoría de los pensamientos de nuestra cultura occidental religiosa, se transforma en responsabilidad. Tenemos el poder de cambiar nuestro mundo y el respecto por “los demás” no es más porqué son “buenos o malos” (conceptos morales), es porque es “justo o injusto” (nivel ético) para la ley universal de supervivencia y desarrollo nuestro y de nuestro macro-organismo al mismo tiempo.
Se habla de “justo” porque yo y el “otro” somos la misma cosa. Aspectos diferentes de una entidad más grande.
Nuestra identidad, nuestro Ego, es una ilusión que si nos da la posibilidad de mantener nuestra individualidad, no tiene que ser un limite para reconocer nuestra identidad como parte de un organismo màs grande. Cuando nuestra identidad, nuestro ego, funciona como limite, crea problemas y traumas interpretando informaciones externas o internas como “buenas o malas” llevándonos en una “batalla” interminable para la individualidad.
A través de un despertar de conciencia del mundo, y quitándonos la rigidez que la sociedad nos impone en los limites “tu-yo”, es posible mantener nuestra identidad y nuestro ego reconociendo el “otro” como parte de nosotros.
Esa nueva forma de entender la espiritualidad, o sea la conexión de todo con todo, es el principio en que se basan las teorías y las técnicas de la psicología transpersonal.
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