Creo que en las terapias alternativas el concepto de amor sea considerado a veces en una manera limitada y contrapuesto dualisticamente con el miedo.
Yo al contrario creo que el miedo sea un forma de amor a su vez, para nada contraria al amor incondicional.
El miedo es una fuerza de alejamiento, pero para “guardar algo”. El miedo por el fuego nos permite de evitar quemarnos.
Claro que si este miedo nos paraliza en frente al fuego, eso no es funcional para nosotros para evolucionar y vivir libremente nuestra vida. El fuego lo utilizamos para cocinar, y tenemos que “respectar” su naturaleza en parte peligrosa para nosotros para aceptar su parte “positiva”.
Pequeñas cantidades de miedo son indispensables para evitar lo que puede hacernos daño.
La cosa importante es evitar la rigidez. En todos los temas psicológicos, de salud y bienestar, la rigidez absoluta no está bien porque no es adaptativa.
Tomamos por ejemplo el miedo al “otro”. Si es adaptativo, en pequeñas cantidades nos permite controlar si el otro es un peligro para nosotros antes de llevarlo en nuestro mundo. Es una forma de amor para nosotros mismos, para guardar nuestra “integridad”. Luego, cuando el miedo nos ha permitido de tener la justa distancia para evaluar la persona, el amor incondicional podrá acercarnos o para llevarlo en nuestro mundo, o para aceptarlo en el momento en le que fuera una amenaza para nosotros.
Y en las relaciones entre personas, el miedo es la fuerza que no nos permite fusionarnos con los otros. Nuestra identidad, nuestro ego, produce karma, produce que nos centramos en nosotros en detrimento de otros etc... pero al mismo tiempo es nuestra identidad individual que tenemos que aceptar. Fusionarse con los otros, no es una forma de amor. Defenderse de lo que puede destrozar nuestra identidad es una forma de amor.
Si el amor es “una” fuerza que une, el miedo es “una” fuerza que aleja. Las dos son fuerzas que hacen parte de nuestra vida, y rechazarlas en una manera o el otra, no es equilibrado.
No tenemos que “vivir por las emociones”, tenemos que “vivir las emociones”.
El amor incondicional como amor para todos puede ser igual a la indiferencia, a la falta de reconocimiento de la individualidad del otro. No se puede amar todos. Se puede aceptar a todos.
Una vez entendida esta distinción, podemos decir “amor incondicional” con conciencia que amar el otro es un proceso activo de aceptación que pasa a través de todas las gamas de emociones que nuestro milagroso sistema energético/neuronal/emocional/metafísico nos permite de probar.
Yin y yang son dos fuerzas opuestas, pero tienen parte de la otra fuerza en si mismo. Eso significa que el equilibrio es dinámico y que cantidad de una fuerza o el otra crea infinitas variedades de “fuerzas” que Yin y Yang simplemente resumen para simplicidad.
La “geometría sagrada” nos ensena que la primera figura geométrica tiene tres lados, no dos. Y el tercer lado, la tercera fuerza, no es simplemente una fuerza, es la capacidad de “cambio”, de “evolución”, de “integración” a través de procesos de creaciones, de-structuración y re-creación.
Superamos de una vez el mundo dualista y miramos a nuestro universo por todas las infinitas matices que tiene. Solo en esta manera, solo superando el dualismo “luz-oscuridad”, “bueno-malo”, “justo-injusto”, “Yin y Yang” podemos llegar a un concepto unitario que es simplemente el “cambio”, el “devenir”, el “chaos”, el “entusiasmo”.
No creo sea posible describir en un lenguaje dualista como es nuestra gramática, nuestra capacidad de ver el mundo, pero creo que en una manera, a través de un camino de aceptación de si mismos, sea posible experimentarlo.
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